31.1.17

YoGa 2017

El colectivo Catacric (Catalans Critics), reunido en la noche del 30 de enero del 2017, en un céntrico lugar de Barcelona, ha decidido otorgar los 28º anti-premios YoGa a lo peorcito de la producción cinematográfica del año 2016.

En sus deliberaciones, el jurado, anónimo y mutante, como cada año, desde hace 28 inviernos, ha tenido en cuenta las apreciaciones, comentarios y sugerencias de los lectores de su web y de las diferentes redes sociales, como Facebook y Twitter.

Cine español

- Peor película: YoGa Morrallas de Targarona, a Secuestro (de Mar Targarona)


- Peores directores: YoGa No culpes a Carmen (Machi) de lo que os pasa por…, a Miguel del Arco (por Las Furias), Félix Sabroso (por El Tiempo de los Monstruos) y Nacho G. Velilla (por Villaviciosa de al Lado).

- Peor actor: YoGa Que dios te perdone, Eduard Fernández, por Lejos del Mar y La Noche Que Mi Madre Mató a Mi Padre.

- Peor actriz: YoGa Canta y no llores, a Sílvia Pérez Cruz, por Cerca de Tu Casa.

Cine extranjero

- Peor película: YoGa Se os acabó el pastel, a Frente al Mar, de Angelina Jolie.


- Peores directores: YoGa Fargo para recordar, a los hermanos Joel y Ethan Coen por ¡Ave, César!.

- Peor actor: YoGa El hombre de una sola cara, a Ben Affleck por Batman vs Superman y El Contable.

- Peor actriz: YoGa Resacón en las vías, a Emily Blunt, por La Chica del Tren.


Especiales

- Uno de los nuestros: Yoga Adieu au langage, a Ángel Sala, director del Festival de Sitges.

- Remakes: YoGa No profanar el sueño de los muertos, a las nuevas versiones de Ben-Hur, Los Siete Magníficos y La Leyenda de Tarzán. 

- Veterano: Yoga Múltiple a Jeremy Irons por las seis películas en las que ha actuado este año: Assassin’s Creed, Batman vs Superman, El Héroe de Berlín, El Hombre que Conocía el Infinito, High-Rise y La Correspondencia.

29.1.17

Semana trágica

¡Vaya semanita!

Todo empezó el miércoles, cuando nos dejó Mary Tyler Moore, la que de El Show de Dick Van Dyke pasó a engrosar el ramillete de amigas de Millie, Una Chica Moderna, convirtiéndose después en La Chica de la Tele al lado del infatigable Lou Grant y que, con el paso de los años y de la mano de Robert Redford, nos enseñó como actúa la Gente Corriente.


Al día siguiente, el que se despedía para siempre era Mike Connors, un hombre que desde la pequeña pantalla inmortalizó a Mannix, un detective privado de Los Ángeles que, a buen seguro, fue el investigador que recibió más palizas por episodio en la historia de la televisión. Y siempre al son de una inolvidable sintonía compuesta por Lalo Schifrin.


El mismo día, jueves, nos dejaba también otro popular rostro televisiva, el de Barbara Hale, la siempre entregada Della Street, la secretaria del abogado más famoso del mundo mundial, Perry Mason.


Y el pasado viernes, como remate a la semana trágica, pilló El Expreso de Medianoche uno de los grandes, John Hurt, el hombre que engendró desde sus propias tripas al mismísimo Alien para, posteriormente, transformarse en El Hombre Elefante.


Descansen en paz todos ellos.

19.1.17

Hollywood y jazz por un tubo


Damien Chazelle, todo un amante del jazz tal y como nos demostró en su film anterior, Whiplash, vuelve a retomar su pasión por el mismo extendiéndola a todo un homenaje cinéfilo al mundo de los musicales, en donde los guiños a películas claves del género no se hacen de esperar. La La Land es su título (aunque en España la hayan rebautizado con eso tan innecesario de La Ciudad de las Estrellas), todo un ejercicio de estilo que se apoya en un sinfín de referentes.


De hecho, la historia contada en La La Land es muy básica y eterna, de las de toda la vida; una de esas historias de amor de las que el Séptimo Arte se ha nutrido siempre. Él, Sebastian, es un purista músico de jazz que sueña con montar su propio local en la ciudad de Los Ángeles; ella, Mia, es una joven aspirante a actriz que pasa sus días presentándose a todo tipo de castings sin mucha fortuna. Cómo no, Sebastian y Mia, terminarán convergiendo para vivir una muy rítmica relación sentimental.


Cine, cine y más cine, se acumula en una cinta que, escrita y dirigida por el propio Chazelle, acumula una buena cantidad de números musicales en los que se mezclan la magia del momento, la fuerza de su sencillo aunque magnético guión y el buen hacer de su pareja protagonista: un controladísimo Ryan Gosling y una sorprendente Emma Stone quienes, sin ser profesionales ni del baile ni del canto, llevan a buen puerto a sus respectivos personajes, siendo totalmente notable la química que se desprende del vínculo de ambos.


Un prólogo brillante en donde una coreografía tumultuosa, en medio de un atasco de tráfico, se convierte en su principal centro de atención, sumado a  un epílogo claramente deudor de cintas como Un Americano en París o Cantando Bajo la Lluvia, abren y cierran un producto en donde el amor por el jazz, por el cine y por la creatividad en general, queda claramente patente en todas sus escenas, marcadas, ante todo por las excelentes coreografías (siempre atemporales)  y la envolvente y compacta banda sonora de Justin Hurwitz.

En La La Land hay Hollywood por un tubo; de ese Hollywood glamuroso de las grandes estrellas y las majors que contentará a los más cinéfilos del lugar aunque, para narrar su historia, lo haga principalmente desde el prisma europeo del cine de Jacques Demy, ya que resulta clarísima la influencia en el film de un título tan rompedor en su época como fue Los Paraguas de Cherburgo.


Visualmente arrebatadora, escenográficamente atractiva, emotiva, divertida y capaz de remover todo tipo de sentimientos en el espectador. Personalmente, al acabar la proyección, salí de la sala dispuesto a marcarme unos pasos de claqué, a la luz de la luna, en cualquiera de los parques de mi ciudad. No se la pierdan. Canela en rama.

13.1.17

Gore, religión y objeción de conciencia


En Hasta el Último Hombre, la nueva película como director de Mel Gibson, se aúnan tres de las constantes en la filmografía del realizador: religión, violencia extrema (casi me atrevería a afirmar que gore) y, aunque resulte paradójico, todo un canto al pacifismo. De hecho, la cinta se basa en un caso verídico, el que protagonizó Desmond Doss, un joven objetor de conciencia que, a pesar de su ideología, prestó sus servicios como médico militar en el frente de Okinawa, en el Pacífico, durante la Segunda Guerra mundial.

Claramente, el trabajo de Gibson está planteado con vistas al Oscar y, para ello, contando con la sempiterna estructura de cualquier biopic que se preste, su primera parte –en la que se presentan los personajes principales de la trama y se asiste a la instrucción militar de su protagonista- resulta tan formal y academicista que, a pesar de los esfuerzos del realizador por darle cierto ritmo a la cosa, acaba aburriendo hasta a las musarañas. Aparte, es tanta la carga religiosa que acarrea el personaje y las motivaciones del joven Doss que, por momentos, me pareció incluso un insulso y ofensivo manual del buen cristiano; tan insulso casi como la interpretación de un inexpresivo Andrew Garfield, actor sobre el que recae la mayor parte del peso del film.


Su segunda hora de proyección ya es harina de otro costal y es allí en donde Gibson se mueve con más soltura pues, en ella, se nos muestra sin tapujos el combate en Okinawa al más puro estilo de lo que hizo Steven Spielberg a la hora de rodar el cruento desembarco de Normandía en Salvar al Soldado Ryan. Totalmente explícito en detalles, Hasta el Último Hombre se convierte en un potente festival gore en todos sus aspectos: cuerpos amputados y sangre a borbotones, servido todo ello por una filmación tan frenética como perfectamente controlada y en la que la tensión resulta uno de los factores más determinantes de la batalla. Lástima, de todos modos, que esos trepidantes y magnéticos 60 minutos acaben rociados de ese aire místico y milagroso que el director intenta vendernos por encima de todo.


Un producto irregular, compuesto de dos partes bien diferenciadas (una típica y tópica y la otra delirante e inquietante) que, en todo momento, intenta vendernos eso ya tan cansino de que Dios existe.

1.1.17

Recopilando (y II): Lo más peor del 2016

Pues nada, que hoy me apetece empezar el 2017 con lo más patético de la cosecha del 2016. Y, como siempre, de lo peor a lo más peor: del 10 al 1 y, en esta ocasión, por tratarse de títulos para mí inaguantables, no pienso dedicarles mucha parrafada. Al más puro estilo telegráfico. Estoy gandul y mi cuerpo, en un día como hoy, no da para mucho más. Vayamos al grano.

10.- Anomalisa. Animación cutrona (y cunnilingüera) al servicio de un amodorrante y pretencioso film destinado a adultos gafapastosos. Como uno de sus dos directores se trata de Charlie Kaufman, algunos, sólo por el nombre, ya la han tildado de película de culto. ¡Mandan cojones!


9.- El Hijo de Saúl. O érase de una cámara pegada al cogote de un pobre judío deambulando, arriba y abajo, por el campo de concentración de Auschwitz. Por muy dura que pretenda ser, resulta aburrida y tediosa hasta extremos insoportables. Alucinadamente consiguió el Oscar a Mejor Película de Habla no Inglesa. ¡Pero que buenos y políticamente correctos son los de la Academia de Hollywood!


8.- Batman V. Supermán: El Amanecer de la Justicia. Otro truño más en la lista de despropósitos de Zack Snyder, totalmente deslavazado, pésimamente narrado e incapaz de lograr una mínima atención por parte del abrumado espectador. Un disparate gigantesco que no conduce a ninguna parte.


7.- Joy. Biopic de Joy Mangano, una mujer que de trabajadora pasó a convertirse en la más famosa de las presentadoras de teletiendas en los EE.UU. Y, de allí, a gran empresaria. De nuevo, el puto sueño americano a toda pantalla. Sosa a más no poder, con una historia que no interesa absolutamente a nadie y con una insoportable Jennifer Lawrence como principal gancho comercial. Capitanea el engendro el pesado de David O. Russell.


6.- Ben-Hur. Todo un patético ejemplo de cómo filmar, de cabo a rabo, una película de aventuras mediante primerísimos primeros planos. La hostia, vaya. Existiendo la maravilla del Ben-Hur de William Wyler, resulta totalmente innecesaria. Y ello por no hablar de sus actorcillos de tres al cuarto y del chirriante look a lo Whoopi Goldberg que le han endosado al pobre de Morgan Freeman.


5.- Frente al Mar.  Ni con este melodrama matrimonial, Angelina Jolie y Brad Pitt lograron enderezar sus rencillas matrimoniales. Indigerible hasta extremos insospechados. El Pitt se pasa todo el metraje metiendo cara de tontainas y la Jolie, de mujer despechada y cabreada. El intento de ella, tras la cámara, de aproximarse al cine de Antonioni. Y, en cierta medida, lo consigue, pues la cosa acaba siendo igual de plomiza que la mayor parte de la filmografía del director italiano.


4.- High-Rise. A Ben Wheatley, adaptando la novela de J. G. Ballard, se le va la mano en todos los aspectos. El retrato de una sociedad comprimida en el interior de un edificio, con distintas capas sociales albergadas en él, aparte de absurdo y mal narrado, se me antoja de lo más letárgico y poco atractivo. En el fondo, su filosofía (barata, barata) es la misma que la de Snowpiercer (Rompenieves), pero sin trempera y en versión culturillas.


3.- Elle. O la paja mental del amigo Paul Verhoeven. Un inicio prometedor al servicio de un desvarío total que, sin orden ni concierto, se convierte en un producto apelmazado. Violaciones, venganzas, sadomasoquismo, amoralidad y cierto toque crítico para con el mundo de la familia. Un quiero y no puedo, con ansias de cine de autor, que ha hecho las delicias de los gafapastas del lugar. Al menos, de la quema, salvaría el buen hacer de Isabelle Huppert, a pesar de repetir su rol de casi siempre.


2.- The Neon Demon. Una nueva tomadura de pelo de Nicholas Winding Refn quien, a través de la segunda paja mental del año, sigue soñando en convertirse en el nuevo David Lynch del siglo XXI. Top models, vampirismo por un tubo y poco cosa más. El resto, no se entiende un pijo. Eso sí, a lo largo de su metraje, de rarezas hay para dar y vender. Caca de la vaca. Viendo sus resultados, sigo pensando que Drive se la hizo un muy buen amigo.


1.- El grueso del cine español de este año, excepto honradas excepciones. Es decir, y por primera vez y sin que sirva de precedente, el number one de lo más peor se lo lleva la friolera de siete películas nacionales, a cual más nauseabunda. O sea: El Mal Que Hacen los Hombres, El Pregón, Toro, Nacida Para Ganar, Acantilado, Secuestro y Cuerpo de Élite. Y seguro que me he quedado corto. Vaya, para mear y no echar gota.


¡Que tengan un feliz 2017!