25.9.16

La fuerza de lo innecesario

En 1960, tres años antes de filmar La Gran Evasión, John Sturges dirigió Los Siete Magníficos, un clásico del western que, basado en Los Siete Samuráis de Kurosawa, recogía las andanzas de un grupo de pistoleros que, por un mísero sueldo y envueltos en un halo de idealismo social, decidían poner freno a los desmanes de un bandolero que tenía explotados y amenazados a los inofensivos habitantes de un pueblucho mejicano. Yul Brynner, Steve McQueen, Charles Bronson, James Coburn y Eli Wallach, entre otros, formaron parte de un casting ciertamente atractivo, mientras que Elmer Bernstein componía una de las bandas sonoras más icónicas y contundentes de la historia del cine. El resultado final fue el de un trabajo compacto, amparado en un guión lleno de diálogos espléndidos y en donde la violencia, controladísima, aparecía a ráfagas fugaces en contadísimas ocasiones.


Ahora, 7 años más tarde, el director afroamericano Antoine Fuqua, vuelve a acercarse al mismo tema aunque con una óptica muy distinta. Los Siete Magníficos del 2016 deja aparcado a un lado el espíritu romántico que envolvía la cinta de Sturges y se centra en una historia muchísimo más violenta y en donde la acción, perfectamente filmada, se convierte en su principal protagonista.


Un correcto Denzel Washington, el indiscutible actor  fetiche del realizador, se pone en la piel de Yul Brynner para capitanear al grupo de expertos pistoleros que deciden aceptar el encargo de terminar con los desmanes de un especulador y violento industrial (excelente y malvado Peter Sarsgaard) que, empleando métodos extremadamente agresivos, pretende quedarse con todas las tierras de los vecinos de la pequeña localidad de Rose Creek. Y, para respaldarle, contará con las presencia de gente tan efectiva como Ethan Hawke (en el rol del cobarde que en la película original interpretaba Robert Vaughn), Chris Pratt (el claro sustituto de McQueen) o un orondo Vincent D’Onofrio, cuya oronda figura recuerda muchísimo a la del mismísimo Orson Welles. De propina, se saca de la manga el papel de Haley Benett, una viuda del pueblo que busca vengar el asesinato a sangre fría de su esposo.

A pesar de tratarse de un remake ciertamente innecesario (con la cinta primogénita había más que suficiente), hay que decir que estos Siete Magníficos poseen la suficiente fuerza narrativa y visual para atrapar al espectador desde su primera escena. Fuqua le imprime un ritmo desbordante a la historia, saca de sus actores lo mejor de todos ellos y filma sus numerosísimas escenas de acción de forma brillante, casi a la vieja usanza, pudiendo saber que sucede ante la cámara en cada una de sus distintas tomas; una buena manera de huir de esa cansina modalidad actual de rodar los pasajes de acción como si se tratara de un acelerado video clip que, por su rapidísimo y sincopado montaje, no permite al espectador visualizar a la perfección qué coño está pasando.


Trepidante y entretenida, logra que sus dos horas y cuarto de proyección transcurran en un abrir y cerrar de ojos. Y, de propina, unos créditos finales espléndidos que se convierten en todo un emotivo homenaje al film original y, por descontado (y de la mano del recientemente fallecido James Horner), a la excelente banda sonora que en su día escribió Elmer Bernstein. Lástima que, por el camino, se haya perdido el romanticismo del trabajo de John Sturges: eso sí que lo echo en falta.

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