31.10.15

SITGES 2015: Jornada 5 (de ancianos existencialistas, de corruptelas políticas e inmobiliarias, de tormentas de arena y niños desaparecidos, de experimentos genéticos descabellados, de barberos gafes y serial killers atípicos y de cobardicas y zombies neurasténicos)

Por ser martes y 13, la maratoniana jornada no empezó mal de todo, y eso que no me esperaba nada bueno de la primera proyección, el Youth (La Juventud) del napolitano Paolo Sorrentino. Y es que después de haber sufrido en carnes la sobrevalorada y muy pedante La Gran Belleza, me temía lo peor de su nuevo producto. De hecho, tras Youth, se esconden los tics vanidosos de los que hace gala el cine de su autor pero, en esta ocasión y aparte de las grandes interpretaciones de Michael Caine y Harvey Keitel y de su brillante imaginería visual y musical, la cinta se convierte en un emotivo homenaje (y, por momentos, grotescamente humorístico) a la tercera edad y, en concreto, a los temores de la persona humana a envejecer centrándose, para ello, en la peculiar amistad entre un reputado compositor musical y un director de cine, dos colegas que están pasando unas vacaciones en un lujoso balneario de los Alpes. Reflexiva, surrealista y, de propina, crítica con el mundo de la jet set. Apúntense también el brillante trabajo de Rachel Weisz dando vida a la hija de Caine, la contundente aparición de Jane Fonda en la piel de una gran dama del Hollywood clásico y la presencia de un doble de Diego Armando Maradona satirizando cruelmente al astro del fútbol argentino (con tatuaje de Karl Marx en la espalda incluido). En definitiva, una curiosidad para mí inesperada.


A continuación, una cinta coreana de lo más rutinario y previsible, el Gangnam Blues de Yoo Ha, trabajo que, ambientado en los años 70 y amparándose en hechos reales, narra la corrupción política e inmobiliaria que marcó el desarrollo de Gangman, un distrito por explotar en el Seul de esa época. Todo ello lo hace a través de la figura de dos huérfanos que, criados en medio de una pobreza extrema, logran situarse en posiciones claves dentro del enmarañado mafioso y político que supuso la creación del citado distrito. Cuatro golpes de efecto conseguidos son lo único resaltable dentro de un film que, a toda costa, pretende ser un gran guiño a un tipo de cine que siempre ha imperado en el Hollywood de toda la vida. Violencia, melodrama y corruptela a partes iguales. Nada nuevo que ofrecer.


Strangerland es un esmerado producto australiano que, aparte de jugar la baza de contar con una espléndida Nicole Kidman como protagonista principal, se apoya en una realización y un guión que resultan ciertamente inquietantes para el espectador. Dirige el debutante Kim Farrant y en él se cuenta el mal rollo vivido por un matrimonio en crisis que, tras haber trasladado su domicilio a un pequeño pueblo en medio de desierto en donde el marido regentará la farmacia del lugar, vivirán de muy mala manera la inexplicable desaparición de sus dos hijos. Una intriga de mal rollito, en donde se mezcla un misterio de connotaciones morbosas y una tormenta de arena de grandes proporciones. Atención a la química que se establece, ante la desorbitada mirada de un torturado Joseph Fiennes, entre el personaje de la Kidman y el jefe de policía interpretado por Hugo Weaving. Interesante, aunque en exceso lenta, lentísima.


Anders Thomas Jensen, el guionista habitual de Susanne Bier, presentó Men & Chicken, su cuarto largometraje como director; una coproducción entre Dinamarca y Alemania que, de forma muy surrealista y con una buena dosis de humor negro en su haber, arremete contra la experimentación genética descontrolada. Men & Chicken se centra, principalmente, en la extraña relación que mantienen dos hermanos de caracteres totalmente opuestos: uno es un tipo serio y profesor universitario, mientras que el otro, un tanto descerebrado, se pasa el santo día masturbándose y pensando en mujeres. Tras la muerte de su padre, descubrirán que no era su padre biológico, por lo que decidirán iniciar la búsqueda de sus orígenes reales. Divertida, aunque altamente extraña debido a la atípica fauna que puebla sus imágenes, vale la pena destacar el excelente trabajo de un Mads Mikkelsen totalmente desconocido, maquillado y pelándosela por los rincones más inauditos y, ante todo, ese descarnado y políticamente incorrecto sentido del humor que destila su metraje.


The Legend of Barney Thompson, el siguiente film programado, también tiene su puntito de coña y de humor negro. Dirigido e interpretado por el actor Robert Carlyle, la película está ambientada en un Glasgow atemporal y con un puntito chic que la hace ciertamente interesante. Mientras la policía del lugar investiga los crímenes de un serial killer, un barbero fracasado, que nada tiene que ver con los asesinatos, matará accidentalmente a su jefe, convirtiéndose fortuitamente en el principal sospechoso de haber cometido toda la otra serie de homicidios. Buscando y amplificando al máximo detalle los aspectos más cutres de sus personajes y escenarios, resulta un producto agradable y entretenido de visionar, aunque resbale un poco en sus quince minutos finales, en donde Carlyle parece haber perdido un tanto la inspiración. Vale la pena subrayar uno de los más grandes aciertos de la cinta: la presencia de una sublime Emma Thompson que, encarnando a la madre del barbero protagonista, apuesta por su vena más gamberra a la hora de recrear un personaje ciertamente inolvidable.


El día lo cerró una de las películas más delirantes, divertidas y desvergonzadas del Festival de este año, la japonesa I Am a Hero, que se presentaba en Sitges en su estreno mundial. Dirigida por Shinsuke Sato y basada en el manga homónimo de Kengo Hanazawa, nos muestra, a través de un ritmo casi imparable y de un sentido del humor salvajemente divertido, las aventuras y desventuras de un acobardado dibujante de mangas ante un apocalipsis zombie. Llena de guiños al género (desde El Amanecer de los Muertos a la estimable y televisiva The Walking Dead) y regalando al espectador algún que otro personaje no muerto de alta envergadura (genial el atleta zombi), I Am a Hero se muestra ciertamente muy original a la hora de esbozar el carácter de muchos de los zombies que pululan por la pantalla, haciendo especial hincapié en que todos los infectados, al traspasar, siguen conservando las neuras personales que tenían en vida. Todo un acierto que hizo las delicias de los aficionados al fantástico y a la comedia.


En el próximo post, un poco más.

27.10.15

SITGES 2015: Jornada 4 (de zombis endebles, de pollas erectas, de serial killers uniformados, de secuestradores de mujeres y de indios caníbales)

El lunes 12 de octubre, el día amaneció en Sitges con Arnold Schwarzenegger y su Maggie, un título que, producido por él y dirigido por el debutante Henry Hobson, intenta, sin conseguirlo, cambiar la imagen del actor a través de un personaje más humano y dotado de muchísimos sentimientos; demasiados. La cinta parte de un futuro apocalíptico, en donde, debido a un virus, la gente termina convirtiéndose en zombi; aunque en unos zombies muy particulares, ya que, tras ser contaminados, antes de desarrollar del todo la enfermedad, habrán de pasar un considerable periodo de incubación. Total, que la hija del Schwarzenegger, la Maggie del título, ha sido mordida por una de las criaturas infectadas y, tanto ella como su sufrido padre, aceptarán el reto de forma muy consciente y, hasta por momentos, cursi. La película aburre hasta a las musarañas y, en su apartado final, el director se muestra como un personaje bastante cobarde que, en su endeble tratamiento, no quiere meterse en camisa de once varas, al tiempo que al amigo Arnie se le ve de lo más incómodo en un papel que le va demasiado grande. Con Maggie, el bostezo está asegurado.


A continuación llegó Love 3D, una cinta de las más esperadas debido al escándalo que supuso su pase en el último festival de Cannes. De hecho, se trata del último desafío de Gaspar Noé. Y, en realidad, no es más que una provocación, en la que, de forma ciertamente pesarosa, mezcla el melodrama con el porno, escudándose para ello en una historia de amor en la que sus personajes se pasan la mayor parte de su metraje (136 minutejos de lo más cansinos) follando de todas las maneras posibles y en distintas posiciones. Tríos, dúos y un poco de perversión para que el director experimente a sus anchas con los efectos del 3D, como ese pene erecto que, en primer plano, escupe un chorro gigantesco de semen a la cara del espectador. Y poquita cosa más, a excepción de esa patética manera de desaprovechar la presencia de unos personajes secundarios que podrían haber dado muchísima más de sí. En definitiva: porno light para gafapastas. Eso sí: pollas, muchísimas; vaginas, en muy contadas ocasiones.


La Prochaine Fois Je Visereai le Coeur (La Próxima Vez Apuntaré al Corazón) es cine negro a la francesa. Dirigida por Cédric Anger y basándose en un caso real que sucedió en la Francia rural de finales de los 60, nos muestra los intentos de la policía y la gendarmería del lugar por dar caza a un asesino en serie; un serial killer que, en realidad, era unos de los agentes encargados del caso. La cinta arranca bien, con fuerza, y nos sorprende con la esmerada interpretación del agente en cuestión, el siempre efectivo Guillaume Canet, pero, a medida que avanza la proyección (plagada, no se puede negar, de momentos interesantes) y a pesar de inspirarse en hechos verídicos, la cosa no acaba de cuadrar en determinados pasajes. Un film irregular, de narrativa en exceso contemplativa y lenta, que no me acabó de convencer.


El mejicano José Manuel Cravioto, desde los EE.UU., animó un poco la jornada con su Bound To Vengeance, una estimulante serie B que transcurre en una sola noche y en la que una muchacha secuestrada, tras escapar de su raptor, en su desespero intentará una cruenta venganza al tiempo que pretende liberar a otras chicas que, como ella, han sido secuestradas por el mismo tipo. Su toque gore y un buen número de pasajes totalmente increíbles pero filmados con pulso firme, dan fuerza a una función con pocas sorpresas en su haber. Mucha adrenalina, el modo de tratar la violencia, un metraje ajustado (80 minutitos que siempre resultan de agradecer) y el feliz descubrimiento de su actriz protagonista, Tina Ivlev, hacen de este un film entretenido de visionar. Y punto.



La jornada terminó, en sesión golfa, con Bone Tomahawk, una nueva ópera prima más que, en este caso y dirigida por un tal S. Craig Zahler, se atrevía a mezclar las coordenadas del western más clásico con un puntito (o puntazo), demasiado pasado de rosca, de gore. Una serie B que parte del secuestro de una mujer y dos hombres por parte de una pequeña tribu de indios caníbales y que se centra, ante todo, en el viaje que inicia una muy peculiar cuadrilla para rescatarlos. La cinta recupera en un papel protagonista a Kurt Russell y lo empareja con el todoterreno de Patrick Wilson, aunque el que en realidad se lleva el gato al agua es el siempre magnífico Richard Jenkins (¡qué buen actor es este hombre!). Lástima que, en su media hora final, justo cuando llegan a la guarida de los caníbales, todo el clasicismo magnético del que presumía el producto, se pierde al derivar hacía el cine más zetoso y de cartón piedra. Una pena, pues lo cosa me estaba interesando y su realizador se muestra incapaz de resolverlo con soltura.


Continuará...

25.10.15

SITGES 2015: Jornada 3 (de metalúrgicos distópicos, de fantasmas indies carbonizados, de serial killers clásicos, de ciclistas apocalípticos, de necrófilos escarmentados y de niños chungos)

El domingo día 11, la cosa no empezó de manera muy agradable, pues toco ver (o, mejor dicho, sufrir) Vulcania, una producción española, visualmente atractiva a pesar de su nimio presupuesto que, dirigida por el debutante José Skaf, plantea al espectador una patética fábula distópica que remite directamente a El Bosque de Shyamalan. Contando con la colaboración de un José Sacristán dispuesto a explotar hasta la exasperación su cargante voz de falsete, la cinta nos narra el misterio que encierra una pequeña comunidad dividida en dos clanes familiares y en donde, bajo el aspecto de industria metalúrgica, se empiezan a suceder varios sucesos inexplicables. Fantasía de tres al cuarto y un sinfín de actuaciones de lo más desangelado al servicio de un film tan innecesario como aburrido. Película tan indigesta en la que ni tan siquiera destaca una mujer como Ana Wagener.


A continuación, la segunda en la frente: la norteamericana We Are Still Here, una de casas poseídas que no ofrece absolutamente nada nuevo al género; tan solo, la aparición ridícula de una troupe de fantasmas chamuscados y un poco más de aburrimiento para seguir con la tónica general de la edición de este año. Dirigida por el también debutante Ted Geoghegan, nos narra el mal rollo que vivirá un matrimonio madurito cuando, tras la muerte de uno de sus dos hijos, deciden trasladar su residencia a una vieja casa situada a las afueras de un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra. Más de lo de siempre, pero en plan cine indie y con una coartada añadida que pretende ser original pero que se convierte en un elemento de lo más ridículo: convertir a los habitantes de la localidad en encubridores de los fantasmas que habitan el lugar maldito. Difícil de digerir.


Por suerte el día se alegró con el visionado del título al que esta edición rinde homenaje, el Seven de David Fincher, una cinta que 20 años después de su estreno aún sigue tan vigente como el primer día. Una estética y un guión (¡guionazo!) que creó escuela y a la que muchos realizadores aún continúan remitiéndose. Siempre es un placer volver a revisar un clásico (moderno) en una pantalla grande y disfrutar, en todo momento, de esos siete pecados capitales en los que se apoya su cínico asesino en serie al que dio vida de forma magistral un Kevin Spacey sublime. Brad Pitt y Morgan Freeman acaban de redondear el producto. La verdad es que nunca me cansaría de verla. Todo en ella atrapa al espectador: su lluvia, sus muertecitos, su morbosidad, su tempo, su oscuridad y, de propina, ese fogonazo de luz para alumbrar uno de los finales más contundentes del cine.


Con la película siguiente el invento volvió a estropearse. Se trataba de Turbo Kid, una coproducción entre Canadá y Nueva Zelanda que pretende ser un homenaje al cine de los años 80 y que, de forma ciertamente difícil de comprender, encandiló a buena parte del público del Sitges 2015. Y es que, en realidad, se trata de un subproducto sin chicha ni limoná que, a modo y manera de un Mad Max en bicicleta, intenta recurrir y desgranar el estilo del cine de una década. Ambientada en un futuro apocalíptico y por ello muy polvoriento, narra las peripecias de un chaval huérfano pirrado por un héroe de cómic, una chica robótica un tanto borderline y un aventurero solitario con las pintas de Indiana Jones que deciden enfrentarse a un malvado un tanto sádico (penoso y envejecido Michael Ironside) que controla la poca agua que queda en el planeta. A medio camino entre la comedia chunga (¡chunguísima!) y la ciencia ficción de lo más tirado, discurre una idiotada total que, ¡válgame Tutatis!, ha sido dirigida nada más y nada menos que por tres individuos: Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whisell, "el trío de la bencina". Tres directores para una cosa tan mínima. Totalmente prescindible.


La penúltima cinta de la jornada se trató de la sencilla aunque efectiva El Cadáver de Anna Fritz, una cinta de producción española que significa la ópera prima de Hèctor Hernández Vicens. Filmada con muy poco presupuesto y en un escenario casi único (las cuatro paredes de una morgue), denota el dominio del suspense y del morbo de su director, un hombre que curiosamente procede de haber escrito durante mucho tiempo los guiones de los televisivos Lunnis. La película nos presenta la historia de un par de amigos que, tras quedar tocados por la muerte de una atractiva actriz de cine (la Anna Fritz del título), deciden hacer una visita al cadáver guiados por un tercer colega que está empleado como celador en el hospital en cuya morgue descansa el cuerpo de la mujer. Allí, la cosa se sale de madre y deciden saltarse ciertos límites con la muerta. Una buena dosis de necrofilia y unas cuantas sorpresas mantendrán al espectador despierto durante sus controlados 75 minutos de proyección. Lástima que sus actores, del primero al último, resulten como bastante amateurs. Pero ese es un mal menor que sabe solventar muy bien su realizador.


Y ya, cerrando el día, otra ópera prima, en este caso norteamericana, con más de un aliciente en su haber, incluido el de la presencia del siempre contundente David Morse. The Boy es su título y dirige un tal Craig Macneill, quien nos aproxima a las vivencias del pequeño Ted (excelente Jared Breeze), un niño bastante chungo que malvive en compañía de su padre alcohólico en el destartalado motel de su propiedad; un motel solitario, muy de la América profunda y situado donde Cristo perdió el gorro. La lentitud sofocante de su narración se ve altamente compensada por el mal rollo y la tensión que desprende la historia planteada y, ante todo, por unos quince minutos finales dotados de una temperatura tan elevada que pondrá los pelos de punta a más de uno.


Pues eso: estén atentos que esto continuará.

21.10.15

SITGES 2015: Jornada 2 (de la intrépida hija de Dios, de intrusos plastas, de Rodríguez adúlteros y de realizadores depresivos)

El director belga Jaco van Dormael abrió las puertas del Auditorio del Meliá, el sábado 10 de octubre, para presentar Le Tout Noveau Testament (El Nuevo Nuevo Testamento), una extraña fábula satírica, en exceso melodramática y triste que, pese a lo aburrida que resulta en general, tiene un inicio de lo más divertido y sorprendente, justo cuando se nos presenta al mismísimo Dios como un padre de familia de lo más despota que, en la actualidad, vive en un apartamento de un edificio de Bruselas en compañía de su mujer y de su hija. La cosa, debido a la mala leche con la que nos lo sirve y a la cantidad de buenos e irreverentes gags que posee en su primer cuarto de hora, parece prometer. Pero termina por torcerse irremediablemente cuando la pequeña de la casa (Pili Grogne, premiada de forma injusta como la mejor actriz del certamen), harta de no poder salir a la calle y de soportar el autoritarismo de su padre, decide fugarse e iniciar la búsqueda de unos nuevos apóstoles más acordes con los tiempos que corren. Es entonces cuando la cinta se va por otros derroteros y se transforma en una quimera soporífera que permuta el tono de comedia por el de un melo pedantilllo y amargo.


Por suerte, la mañana se enderezó con la proyección de The Gift (El Regalo), un thriller en toda regla que, dirigido y escrita de forma clásica y sin fisuras por el actor Joel Edgerton, nos plantea una historia en donde el acoso a un matrimonio se convierte en el gran protagonista de la cinta. En ella, la pareja a la que dan vida un sobrio Jason Bateman alejado de sus habituales comediejas y una espléndida Rebecca Hall, verá entrar en sus vidas a un antiguo compañero de escuela del primero (excelente y premiado por su interpretación Joel Edgerton) que empezará a desmoronar la plácida existencia de los cónyuges. Un guión sólido, con varias sorpresas en su haber y con un apartado final digno del mejor cine de intriga. De lo mejorcito de la edición de este año.


A continuación, un viejo conocido del Festival como Eli Roth se instaló en la gran pantalla del Auditorio con su nuevo trabajo: Knock Knock (Toc Toc), una película de misterio y tensión que, en definitiva, patina en demasiados aspectos, convirtiendo su propuesta en un producto demasiado reiterativo, mal interpretado y, lo que es peor, con una moralina final de lo más descarado. En ella, un hombre casado y con dos hijas, se quedará de Rodríguez en su lujosa casa durante un fin de semana y, durante una noche de furibunda tormenta, abrirá la puerta de su residencia a un par de jóvenes atractivas que le aseguran haber sufrido un percance para, a continuación y tras camelárselo, iniciarán un juego sexual de graves repercusiones. Ellas, las dos muchachitas, están de muy buen ver (Lorenza Izzo y la cubana Ana de Armas), un caramelito en dulce para un cincuentón como el desaborido de Keanu Reeves pero que, al mismo tiempo, demuestran ser un par de pésimas actrices. La mínima historia propuesta se estira como un chiclet y navega entre la comedia y el thriller violento, pero sin avanzar en ninguna dirección; al contrario, se queda tan encallada que terminó por aburrirme soberanamente.


A media tarde pudimos conocer el último film de Michael Winterbottom, The Face of an Angel (El Rostro de un Ángel), una película filmada casi íntegramente en Siena y que, partiendo del crimen real de la estudiante Meredith Kercher en 2007 en esa ciudad, muestra los devaneos intelectuales de un realizador cinematográfico depresivo al que se le encarga llevar a la pantalla grande los brutales hechos sucedidos. Siguiendo la tónica del festival, volvemos a encontrarnos con una cinta aburrida (¡aburridísima!) que se muestra incapaz de aportar nada nuevo a los sucesos ocurridos y que centra casi toda su atención en el desangelado y traumatizado personaje interpretado, de forma correcta, por Daniel Brühl, lo mejor del experimento sin lugar a dudas; un Brühl secundado por una (en este caso) deslucida Kate Beckinsale y una efectiva Cara Delevigne cada vez más parecida a la Mariel Hemingway de sus años mozos. . Y es que el Winterbottom tendría que empezar a plantearse que lo del cine de Arte y Ensayo hace mucho tiempo que quedó obsoleto.


Hasta aquí, la segunda jornada. Continuará...

20.10.15

SITGES 2015: Jornada 1 (de brujas amuermantes y humanos con poderes)

El sábado 17 de octubre, se clausuraba la 48ª edición del Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Sitges 2015 al tiempo que se hacían públicos los galardones de la misma; premios que pueden consultar en el siguiente link.

Tres días después, desde la placidez de mi domicilio y al igual que en años anteriores, inicio con este post un larguísimo artículo que iré entregando a lo largo de los próximos días, reflejando mis impresiones sobre todo lo que he ido viendo jornada a jornada.

El tinglado se abría con La Bruja (The Witch), un film sobre brujería que, ambientado en la Nueva Inglaterra del siglo XVII, enfrenta a una familia de campesinos con la aridez del entorno y, ante todo, con la posibilidad de que una bruja haya sido la que ha hecho desaparecer del mapa a su hijo más pequeño, un recién nacido. Una cinta presuntuosa, que se mueve entre la pretendida belleza pictórica de sus imágenes (a veces, pésimamente iluminadas) y un ritmo tan cansino como amuermante. Poca chicha en el asador y un mucho de palabrería innecesaria para plantearle al espectador la posibilidad de que el personaje de su esforzada protagonista femenina, Anya Taylor-Joy, esté perdiendo la cordura o bien se vea imbuida por un sinfín de fenómenos esotéricos. Por mi parte, las bostezos no se hicieron esperar y, a pesar de haber entusiasmado al gafapastoso público de Sundance (festival que premió a Robert Eggers, su realizador nobel, como mejor director), me quedé con la sensación de haberme aburrido con una pura nimiedad con aparentes ganas de epatar.


A continuación llegó la comedia Absolutely Anything (Absolutamente Todo), un entretenimiento tan sencillo como resultón. Dirigida por uno de los Monty Python, Terry Jones, y contando con la colaboración del resto de integrantes del grupo poniendo la voz a un hatajo de peculiares extraterrestres, la cinta tiene muy poco que ver con ese humor tan particular y corrosivo que exhibió la formación británica en sus años dorados. La verdad es que se trata de una humorada bastante simplona pero que, por su acumulación de buenos gags (totalmente celebrados por el público asistente), hacían de éste un film ciertamente divertido, sin más. La cosa va de un humano corriente al que una junta alienígena dota de un poder sobrenatural que le permite hacer todo lo que le venga en gana con un simple movimiento de mano. De protagonista, el todoterreno Simon Pegg, secundado a la perfección por la siempre estimulante Kate Beckinsale, en el papel de la alucinada vecina del primero. Y, de propina, la voz del desaparecido Robin Williams, para dar vida al mejor personaje de la función: el perro Dennis.


La jornada, por ser el primer día, acababa aquí. En siguientes posts, más, mucho más.

8.10.15

SITGES 2015: Los siete pecados capitales molan

Como cada año por estas fechas, a partir de mañana y hasta el próximo 18 de octubre, los aficionados al fantástico tenemos una cita con el Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Sitges, una 48ª edición que arrancará con un pase de The Witch, una cinta sobre brujería que encandiló al público de Sundance.


Diez días en la que los cinéfilos podremos disfrutar con todo tipo de propuestas, desde las más clásicas a las más innovadoras y cuya película referente será el Seven de David Fincher; un Seven al que el cartel de esta edición hace clara alusión al simular una cajá de cartón sanguinolenta, símbolo inequívoco de la impactante escena final.

Oliver Stone, que recibirá un premio honorifico, el Monty Python Terry Jones, Nicolas Winding Refn (Drive) o el siempre polémico Takashi Miike son tan sólo algunas de las personalidades cinematográficas que se pasearán estos días por las calles de la población catalana.

Al terminar el Festival, les informaré de todo cuanto me sea posible desde este blog, haciendo especial hincapié en la programación de esta edición; programación que podrán consultar al dedillo mediante este link.

Hasta entonces, me despido de ustedes por una corta temporadita.

Por cierto, si se acercan al certamen y me ven deambulando como un zombi entre película y película, siempre es de agradecer un saludo. Un beso en la frente y hasta pronto.

1.10.15

La vida es una puta mierda


La directora danesa Susanne Bier, con su nuevo trabajo, Una Segunda Oportunidad, entra a saco en un melodrama contundente que, tanto por su dureza visual como narrativa, acaba siendo, por momentos, ciertamente asfixiante. Bebés, muertes inexplicables, paternidad, maternidad y yonquis son sólo algunos de los puntales que conforman uno de sus trabajos más sólidos y que, por su crueldad expositiva y su toque innegable de veracidad en todo lo que cuenta, puede atragantársele su proyección a más de un espectador poco dispuesto a que le digan, sin tapujo alguna, que la vida, a veces, no es más que una puta mierda.

La historia arranca cuando una pareja de policías, al entrar en el domicilio de una pareja de heroinómanos, descubren impotentes a un recién nacido encerrado en un pequeño cubículo, bañado en excrementos y exento de cualquier tipo de cuidados. Uno de los policías es un tipo recién separado de su esposa y demasiado dominado por el alcohol; el otro, en apariencia más cabal y responsable, hace muy pocos días que acaba de ser padre, por lo que acaba muy colapsado ante el descubrimiento que acaban de hacer.


No les cuento más del argumento, pues se enmarca dentro de una historia llena de giros inesperados (a cual más desalmado) y en la que se nos presentan una serie de sucesos capaces de desmontar los parámetros de la existencia del más pintado. Y es que, en esta ocasión, Bier y su guionista habitual, Anders Thomas Jensen, de forma totalmente consciente, no se han marcado ningún limite a la hora de contar un hecho en donde la amoralidad campa a sus anchas.


Un vaivén de sensaciones, a cual más desmoralizante, en donde cabe descatar la brillante interpretación de Nikolaj Coster-Waldau, ese manco Jamie Lannister de Juego deTronos, que en Una Segunda Oportunidad da vida, de forma totalmente creíble, al inspector Andreas, un policía ilusionado con su nuevo hijo y que, ante una situación angustiosa y desesperante, optará por una solución ciertamente conflictiva y discutible.

Una patada cinematográfica dirigida directamente al estómago del espectador. Ármense de valor, protejan sus sentimientos con un chaleco antibalas y asuman con valentía la mala leche que destila la cinta de Susanne Blier. Disfrútenla (o, mejor dicho, súfranla) y juzguen por ustedes mismos. Aunque, en definitiva, el juicio ya se lo da más que mascado la propia realizadora.