26.7.12

El sheriff rural

John Michael McDonagh debuta en el campo del largometraje con El Irlandés, un producto made in Ireland que le ofrece a Brendan Gleeson un bomboncito de papel: el de un policía de un pueblecito irlandés, racista, bebedor y putero, que se verá obligado a colaborar con un agente del FBI de color para desarticular una banda de narcotraficantes que actúan en su condado.

El Irlandés cuenta una historia de las de siempre aunque, en su narrativa y brillante descripción de personajes, consigue darle un toque totalmente distinto y personal; algo así como lo que sucedía con la espléndida Escondidos en Brujas (también con Brendan Gleeson), cinta curiosamente realizada por su hermano, Martin McDonagh. Ambas películas poseen más de un denominador común, empezando por su original visión del cine negro y, ante todo, por su particularísimo sentido del humor, socarrón y cáustico.

La cinta de John Michael, más que en la trama policíaca planteada, se apoya en la relación que se establece entre el sargento Gerry Boyle (ese poli rural de modales cuestionables) y el agente federal Wendell Everett, un hombre sencillo de carácter totalmente opuesto al de su nuevo y obligado compinche. Interpretado por un moderadísimo Don Cheadle, ofrece el contrapunto ideal al del anárquico personaje al que da vida Gleeson; un personaje, este último, que a pesar de su aspecto bravucón y pasota termina poniéndose al espectador a su lado.

Calexico, el compositor musical, le da un toque muy a lo Ennio Morricone de los primeros tiempos a su banda sonora; una banda sonora que, junto al tratamiento narrativo y estético del film y a la presencia de un orondo Brendan Gleeson capaz de emular a esos insolentes sheriffs que moldeó en tantas ocasiones un crepuscular John Wayne, le dan a El Irlandés un claro e innegable aspecto de eurowestern.

Cine independiente, coñón, compacto y duro. El retrato de un hombre de ley que se pasa la ley por el culo y, al mismo tiempo, el de la otra cara de la moneda: el de un tipo legal y respetuoso que, en la negatividad de su compañero, acaba por descubrir en éste su lado más humano.

Entren en el universo rural propuesto por McDonagh, a ser posible en su versión original para disfrutar con su galimatías idiomático, y déjense sorprender por una rareza dispuesta a romper moldes. Vale la pena.

24.7.12

Sin Fecinema

El pasado sábado, al leer la noticia, me quedé petrificado, al tiempo que se me encogía el corazón: el Festival Internacional de Cinema Negre de Manresa, el FECINEMA, también ha caído. Otro certamen cinematográfico que se va al garete por culpa de los recortes.

Parece que los ineptos que nos gobiernan no tengan suficiente con dinamitar al mundo del espectáculo con la subida del IVA hasta el 21%. Hay que dejar que la cultura se pudra a pasos agigantados. Las subvenciones serán mínimas o nulas para aquellos que quieran acercar la cultura al pueblo. Las estocadas al gremio son continuas. Está claro que eso del “saber” molesta a las altas esferas.

Desde aquí, mi gran apoyo moral y un besazo en la frente a todos los que hicisteis posible esas trece fantásticas ediciones del FECINEMA, un festival que, a pesar de su ajustado presupuesto, fue capaz de ofrecer al espectador, año tras año, una programación brillante y de tratar, con un mimo excelente, tanto a su público como a sus invitados.

Buena gente, siempre estaré con vosotros. Seguro que el día menos pensando lograreis levantarlo de nuevo. De hecho, el FECINEMA se nos ha ido cuando ya empezaba a estar consolidado.

Por cierto: algunos cuentan que el domingo se vio a Plácido portando un crespón negro y paseando por las calles de Manresa. Su motocarro ya ha pasado a la historia. Ahora va en busca de subvención para un festival que nunca debió morir.

19.7.12

Madre no hay más que una

Carmina o Revienta significa el debut tras la cámara del actor Paco León quien al mismo tiempo se ha encargado de su escritura. Un film valiente y arriesgado por partida doble. Por un lado, por el arrojo de estrenarlo simultáneamente en pantallas comerciales, en Internet y en DVD y, por el otro, debido a su atípica narrativa, cercana a la del docudrama y, por ello, no muy apta para el público menos acostumbrado a experimentos cinematográficos.

La cinta, en el fondo (muy en el fondo), es un canto de amor de Paco León a su propia madre, esa Carmina del título a la que interpreta Carmina Barrios, madre del actor en la vida real; una madre, en la cinta, de lo más friqui: una mezcla entre la Cándida de Fresser y el Torrente de Santiago Segura. Mal hablada, bastorra y cutre (¡profundamente cutre!), la mujer cuenta ante la cámara (cigarrillo siempre en mano) algunas anécdotas de su vida y expone, sin vergüenza alguna, la manera (no muy lícita) de salvar algunos de los impedimentos que se han cruzado en su camino.

Con Carmina vuelve a salir a flote esa picaresca tan española que, en época de vacas flacas, tanto nos gusta practicar. Y, con ella, a su lado, un buen número de personajes a cual más roñoso y extravagante, empezando por su propia hija, María, a la que da vida María León, la hermana del actor y realizador. Madre e hija le hacen un espléndido trabajo a su familiar, con lo cual el amigo Paco debe babear cada vez que observa en pantalla los resultados finales con las dos (espléndidas) mujeres de su familia.

Un producto de factura extraña, aunque totalmente funcional, que se atreve a jugar entre los límites de la realidad y de la ficción. El retrato de una mujer que ha salido adelante gracias a un sinfín de trapicheos no demasiado éticos y, por extensión, el de una familia disfuncional compuesta por un marido borrachuzo y una hija en paro que, a marchas forzadas, va tomando el mismo camino de su madre.

Lo que podría haber sido un melodrama sin parangón, gracias a su peculiar sentido del humor se convierte en una comedia (muy sui géneris, eso sí) en la que la escatología, el surrealismo y algún que otro toque gomaespumoso se convierten en sus grandes constantes, Como muestra, un botón: la escena en la que una de sus amigas (igual de cutrona que Carmina) le cuenta, con ciertos aires de grandeza y total naturalidad, sus devaneos con un par de personajes del espectáculo y de la jet set española.

No les chafo más el invento. Descubran el universo hermético de la tal Carmina y déjense llevar por sus cuentos. Disfruten de ella vía cine, Internet o DVD. Personalmente, y apoyando esa osada iniciativa exhibidora, me decanté por la tercera opción. Seis euros de nada (más barato que una entrada de cine) y la película en casa. Vale la pena subirse a la atracción.

12.7.12

Malditos bastardos

Hay momentos en los que me resulta difícil hablar de cine. Tras los recortes anunciados ayer por Rajoy en el Parlamento y aplaudidos con una alegría insultante por su cohorte de hijos de puta, hoy tan sólo puedo expresarme desde el sentimiento de la rabia y la impotencia.

De nuevo nos toca pagar el pato a los de siempre. Banqueros, corruptos y mamonazos de mierda salen indemnes de unas medidas brutales que suponen una pérdida económica y de derechos desmesurada para los ciudadanos de a pie.

Ante tanto cabronazo, las manitas agitadas al aire y la resistencia pasiva no sirven absolutamente de nada. Si queremos salir adelante y tener una vida mínimamente digna, ya es hora de que el pueblo llano vaya pensando en instaurar la guillotina.

10.7.12

Uno del patíbulo

El pasado domingo, a los 95 años de edad, nos abandonaba Ernest Borgine, un secundario de lujo que acabó convirtiéndose en uno de los grandes de Hollywood. Rudo, pendenciero e incluso a veces tierno. Un tipo duro, salido del abismo negro del planeta de los buitres, que fue temido por el mismísimo Barrabás. Por su carácter, formó parte de los denominados Doce del Patíbulo, un grupo salvaje cuyo grito de guerra fue el de “¡esta noche vamos de guerra!”. Ellos nunca le temieron al día del fin del mundo.

Montado en un convoy se enfrentó al curtido Emperador del Norte durante un sábado trágico y bajo una lluvia del diablo. Con la aventura del Poseidón vivió toda una odisea bajo el mar y después, en 1997, se apuntó a un rocambolesco rescate en Nueva York. Posteriormente y formando parte de una conspiración de silencio, se recluyó una temporada en la Estación Polar Cebra, lugar en el que compartió anécdotas con Chuka, Johnny Guitar y Lylah Clare, una mujer que andaba desnuda frente al mundo.

A bordo de un vuelo del Fénix, regresó a la civilización y se instaló en Veracruz, desde donde se enfrentó a un peligroso grupo de vikingos evitando que se lanzara el último torpedo.

Al adoptar el nombre de Marty logró su faceta más amable, lo cual hizo que tío Oscar conviviera a su lado hasta el día de su muerte.

De aquí a la eternidad. Descansa en paz, Ernest.

3.7.12

TV pink


El domingo pasado se celebró por las calles de Barcelona el Día del Orgullo Gay. Justo ese día, por la mañana, mi televisor, un Sony panorámico de tubo con el que he convivido la friolera de quince años, decidió salir del armario. El aparato amaneció de un rosado profundo. No hay imagen en la que el color rosa no domine por completo. No tengo nada en contra de su declaración de principios, pero toca cambiarlo por uno de nueva generación, de esos de pantalla gansa.

Por cierto, si notan poca actividad últimamente en el blog se debe a que estoy disfrutando de mi mes de vacaciones anuales. Nos vemos en unos días. Ahora les dejo que tengo ir en busca de un televisor suplente.